domingo, noviembre 12, 2006

Evanescence Angel

domingo, octubre 29, 2006

fallen angel

sábado, octubre 28, 2006

Anime-I love Wings

Algunos Ángeles de Rafael Alberti...

LOS ANGELES BELICOS..

Viento contra viento.
Yo, torre de mando, enmedio.
Remolinos de ciudades
bajan los desfiladeros.
Ciudades del viento sur,
que me vieron.
Por las neveras rodando,
pueblos.
Pueblos que yo desconozco,
ciudades del viento norte,
que no me vieron.
Gentío de mar y tierra,
nombres, preguntas, recuerdos,
frente a frente.
Balumbas de frío encono,
cuerpo a cuerpo.
Yo, torre de mando, enmedio,
lívida torre colgada
de almas muertas que me vieron,
que no me vieron.
Vientro contra viento.





El ANGEL DEL MISTERIO
.
Un sueño sin faroles y una humedad de olvidos,
pisados por un nombre y una sombra.
No sé si por un nombre o muchos nombres,
si por una sombra o muchas sombras.
Reveládmelo.
Sé que habitan los pozos frías voces,
que son de un solo cuerpo o muchos cuerpos,
de un alma sola o muchas almas.
No sé.
Decídmelo.
Que un caballo sin nadie va estampando
a su amazona antigua por los muros.
Que en las almenas grita, muerto, alguien
que yo toqué, dormido, en un espejo,
que yo, mudo, le dije...
No sé.
Explicádmelo.






EL ANGEL DE LA IRA
..
Sin dueño, entre las ortigas,
piedra por pulir, brillabas.
Pie invisible.
(Entre las ortigas, nada.)
Pie invisible de la ira.
Lenguas de légamo, hundidas,
sordas, recordaron algo.
Ya no estabas.
¿Qué recordaron?
Se movió mudo el silencio
y dijo algo.
No dijo nada.
Sin saberlo,
mudó de rumbo mi sangre,
y en los fosos
gritos largos se cayeron.
Para salvar mis ojos,
para salvarte a ti que...
Secreto.
Wings Caught on Film.

Alas que caen
Angel in India?
Flying Creature!!



Un par de alas azules...
Fallen angels?
Angel


En la arena, en la mirada de un niño, en los silencios de mi abuela, en el olor de los dulces, en las nubes que miro desde los cielos, detrás de las ventanas, en el barro, en las lágrimas que no secan, en la alegría siempre contenida, ahí inicio esta búsqueda..

domingo, octubre 22, 2006

sábado, octubre 07, 2006

Angelle

Angelle

Por Rivelino Rueda

¿Está mal que las puntas
De nuestras alas se rocen
En lo que mal llamamos
Una “amarga caída”?

No lo creo

Ahora que huelo a ángel
Que estoy pregnado
De las partículas celestiales
De ese ser alado
Con una indescifrable
Belleza óptica

Hoy, como siempre,
Acariciaré las plumas
Que brotan de la desnudez
De su espalda

Daré la vuelta en cada esquina
Con la esperanza de ver una contraposición
Entre luna y aromas de plata
En medio del caos
Y olor a metralla

Nunca cerró esa herida
Que dejó esa lanza certera
De tus ojos negros
Clavados en mi costado

En septiembre llegaste
Y en septiembre te fuiste
Ahora en septiembre de nuevo llegas
Cubierta esta vez con escudo y espada
Disfrazada con espejos de plata
Hojas de tierra
Y destellos de esperanza

Si me abandoné
Fue para encerrar mi furia
De no verte en una jaula,
Para tragarme lentamente la cicuta
De la desesperación

Las circunstancias se las lleva el humo
Te impregnan. Es cierto
Lo que siempre se queda son los tatuajes
Los aromas de hojarasca
Los suspiros en sábanas blancas
Los ojos negros salpicados de nostalgia
Los lunares de luna
Que despuntan en el horizonte de tus labios
La rueda de la inevitable historia

No pido más que un respiro de luna
Un tufo de tus alas blancas
Un pasado simiente
Un presente para la cosecha
Y un futuro con dos seres de ojos radiantes
Forjados en la batalla

sábado, agosto 26, 2006

martes, agosto 08, 2006

El ángel del carbón




Feo, de hollín y fango.
¡No verte!

Antes, de nieve, áureo,
en trineo por mi alma.
Cuajados pinos. Pendientes.

Y ahora por las cocheras,
de carbón, sucio.
¡Te lleven!

Por los desvanes de los sueños rotos.
Telarañas. Polillas. Polvo.
¡Te condenen!

Tiznados por tus manos,
mis muebles, mis paredes.

En todo,
tu estampado recuerdo
de tinta negra y barro.
¡Te quemen!

Amor, pulpo de sombra,
malo.

Rafael Alberti...

Un ángel y sus miedos ...II




Un ángel y sus miedos (segunda y última parte)

Al iniciar el descenso no quiso pensar en nada, sólo en esa misión encomendada y en ser –por fin—terrenal. El vértigo de la caída no era comparable con la sensación de vacío de su vientre de plata.

La armadura era pesada y esto sólo provocó que los viejos peldaños de madera de la escalera que lleva al cielo se fracturaran y lanzaran astillas filosas que, tiempo después, se convirtieron en fardos lunares.

Nada importaba ahora. Cuando tocó con su delicada piel el barro sudoroso de la tierra y por primera vez percibió el aroma nauseabundo del café, sintió el indescriptible escalofrío recorrer su espalda. Desde aquel momento se le vio una cabellera abundante; con rizos mágicos de obsidiana.

Qué decir de sus ojos, qué comentar sobre su piel y sobre su sonrisa labrada a través de los siglos en una pequeña ciudad de orfebres conocida como "Esperanza". Un pueblo salpicado por el vaho de millones de ángeles, e iluminado por aureolas de luz solar, que vistas desde el peñasco de piedras azules, parecen luciérnagas doradas en búsqueda de su oportunidad.

Los primeros pasos fueron dubitativos. La confianza tardó en llegar, o más bien, ésta nunca llegó, porque el actuar humano siempre tiene la cualidad de la dualidad. Nunca se acostumbró a este actuar, pero ante esa espada terrenal interpuso un escudo, un pedazo de metal infranqueable que le permitió sacudirse de aquellos que obraron mal.

En ese círculo dorado fundió orgullo, impaciencia y venganza. Era natural. Un ser divino no tiene contemplaciones de ningún tipo, y más tratándose de este ángel de sentimientos puros, de manos sinceras, de piernas de sal.

--No sabes lo que quieres, le dijeron algún día, y sin meditar, sin escuchar el silencio, ese sonido que por más que se niegue tiene muchas connotaciones, decidió cubrirse de la andanada humana con su círculo de metal.

Cada palabra era un rechazo, cada melodía una lágrima, cada caricia un pedazo de esperanza que la hiciera sentir segura...terrenal.

Bajo el torrente de la sierra, el ángel buscó con desesperación alcanzar el relámpago, cabalgar la nube pendenciera que habitaba en la oscuridad. Corrió de una ceiba a otra, del huizache al sicomoro y de la palmera al olmo. Fundió sus lágrimas en mares y alimentó los ríos con la sal diáfana que descendía por sus mejillas de hojarasca.

Habitó en corazones impregnados de metamorfosis. En cada uno dejó su esencia y su rabia. Algún día pensó que sus alas le estorbaban, que no era posible ser feliz con estos conos de plumas blancas.

El momento había llegado, y creyó que en este diminuto espacio universal se viene a vivir de instantes, mas no del compromiso que tiene la hoguera: el de iluminar la noche hasta que pase el diluvio de la oscuridad.

Al dar cauce a su teoría, el ángel arrastró detrás de sí más rencor, y acumuló sentimientos adversos para un horizonte cada vez más fugaz. Se perdió una criatura, un ángel de paz y esperanza. No había vuelta atrás.

Sabe que el perdón no existe para ella, lo sabe porque la estela de luz ahora es su guardián. Pero ese soldado que ofreció a Dios no sólo la perdonó, sino que vigila cada instante de su labor celestial.

Sus ojos inyectados de sangre la delatan desde aquel día, por eso ahora vive a la defensiva. Tiene razón. Y tan la tiene que su fortaleza nunca se ha doblegado y su puerto espera paciente su feliz arribo.

Siguió su trayecto. Ahora más pausado y precavido. Disfrutaba el aroma de la miel y el olor lejano de la guanábana. Se sumergió en las letras y acarició relatos devastadores que adormecían sus noches. Fue margenta y veneno, río y desierto, tundra y bosque, dragón y guerrero.

Fue pecblenda y terciopelo, hoja seca y fuego, ventana y espejo. El crepúsculo la tatuaba y después era viento y silencio, sangre y firmamento, agua y aliento. De frente al sol soñaba ser mar y amuleto, vaho y conocimiento, roble y deseo.

Así pasaba sus días, cicatrizando sus heridas, fundiéndose en almohadas somníferas como drogas en la madrugada. Así padecía su dolor, a la sombra de sus alas y a la luz de un nuevo mañana.

Ese lapso fue determinante para observar su entorno. La injusticia y el odio la estremecieron. Asimiló lo que años antes le habían contado e inició un viaje sin retorno.

Pero el destino tiene la cualidad de ser pendenciero, y existe el rumor de que hay individuos que tratan de disfrazarse y robarse los sueños a base de engaños. El ángel sabía esto, mas su dolor la cegó aquel momento.

Un sueño difuso: una corona de espinas clavándose en sienes de nieve, cabellos oscuros esperando recibir a la bestia de plata; espaldas laceradas con fragmentos de clavos filosos; manos orantes suplicando la salvación del verbo; ojos perdidos en un cielo en forma de hostia nívea; brazos extendidos al dolor de un futuro sin esperanza...Y en medio de todo eso, un anillo de oro y diamantes.



El ángel no comprendió el significado del sueño, y emprendió un camino cargado de profecías, pero a la vez de sufrimiento.

La capacidad de asombro nunca se perdió, y fue por ese mismo motivo por lo que el ser celestial amanecía entre sudores helados cada madrugada. "Volar es sólo cualidad vuestra", escuchaba un murmullo en las interminables noches de argamasa y afrenta.

Y el significado del sueño se fue esclareciendo. Primero vestido de blanco y después de negro, primero como lienzo transparente...más tarde con la arena del lacerante tiempo.

Fue un golpe fatal. Y por un momento parecía que el ángel desistiría de su misión. Fueron días de veneno y metal, de ruinas y de un sabor amargo que bajaba lento desde la garganta hasta el vientre.

Fue el preludio de días de encuentro. Instantes que la vida pone ante los ojos de los ángeles caídos y que enseguida éstos se aprovechan...Instantes de dolores mutuos y recuerdos frescos.

Nunca se puede predecir el encuentro de dos ángeles. Nunca seres tan comunes lograron sacudirse la materia pasajera para coincidir en el tiempo. Jamás una copula se había saturado de tanta energía, de partículas estelares y de palabras sólo escuchadas en el cielo.

Ahora dos seres alados compartían las mismas penas, los mismos sufrimientos. Veían juntos el alba. No dormían para paladear en cada segundo su presencia. Compartieron valles, lágrimas y sangre. Disfrutaron palabras, aromas y errores.

Es verdad que muchas veces cayeron de bruces ante su realidad, pero eso no les importó, porque sabían que juntos llegarían a su puerto.

Nadie culpará a nadie. El sonido de sus voces los signó para siempre. Ellos saben que se comunican con la mirada, con un gesto; a miles de kilómetros y en cada sueño de la madrugada.

Enfundado en un abrigo negro, con unos pantalones percudidos de esa pelusa que producen las plumas de estas pesadas alas, camina un ángel de cabellos rizados que se pegan en su cara por la incesante lluvia de agosto. Sus pies pisan los charcos que se acumulan en los rincones de las calles desiertas.

Piensa en el orgullo, en el capricho y en la impaciencia. En los reproches y en el dolor de su pequeña silueta. Recrea su corazón palpitar con fuerza, y juntar su sonido con el de ella.

Ahora él está en un rincón. En posición fetal y lamiéndose sus costras una y otra vez. Voltea al sol que se oculta detrás de un cielo gris cargado de llanto. Quiere arañarlo pero aquí está su misión. Y sólo pide que el día que sea reclutado de nuevo para ser terrenal, esté allí ese ángel y sus miedos.



RIVELINO RUEDA...

domingo, julio 16, 2006

Buscar en el insomnio


Buscar en el insomnio

--¿Estas enamorado de mí?
--Yo me enamoré a los 19… y fue muy fuerte…sólo una vez
--¿Estas enamorado de mí o no? Dime no pasa nada
--Estuve enamorado a los 19…
--Ya lo dijiste ¿me amas o no?
--Te quiero mucho…
--¿Estas enamorado de mí?
--Te quiero y me gustaría estar más enamorado… No quiero lastimarte…
Un abrazo largo, que me rompe el pecho. Un dolor que no conocía me parte en dos. Las lágrimas no son de actriz, no son forzadas, no son para manipular, son lágrimas reales, que salen con tanta facilidad, como agua. Pocas veces las he sentido, he estado tan acostumbrada a llorar, desde que era una niña en silencio o a gritos. No es difícil llorar, pero esta vez es distinto porque por ahí, por los ojos sale mi corazón y vuela como lo hizo mi cuerpo en sueños y con ingenuidad trata de entrar en los tuyos que me miran con desconcierto, con miedo, con duda. Pero me topo con una gran barrera de piedra, no encuentro señales para entrar y reboto, me duele, me parto. Ahí están mis pedazos en el suelo.

sábado, julio 08, 2006

Alberti



LOS ÁNGELES MUERTOS
Buscad, buscadlos: en el insomnio de las cañerías olvidadas, en los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras. No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube, unos ojos perdidos, una sortija rota o una estrella pisoteada. Porque yo los he visto: en esos escombros momentáneos que aparecen en las neblinas. Porque yo los he tocado: en el destierro de un ladrillo difunto, venido a la nada desde una torre o un carro. Nunca más allá de las chimeneas que se derrumban, ni de esas hojas tenaces que se estampan en los zapatos. En todo esto. Más en esas astillas vagabundas que se consumen sin fuego, en esas ausencias hundidas que sufren los muebles desvencijados, no a mucha distancia de los nombres y signos que se enfrían en las paredes. Buscad, buscadlos: debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un libro o la firma de uno de esos rincones de cartas que trae rodando el polvo. Cerca del casco perdido de una botella, de una suela extraviada en la nieve, de una navaja de afeitar abandonada al borde de un precipicio.